Libro-Anina Yatay Salas
Informacion General:
Los autores:Sergio López Suárez
Alfredo Soderguit
Su novela Anina Yatay Salas fue publicada por primera vez en 2003, y fue el primer libro en el que Sergio confió la ilustración a otra persona. Así empezó el camino de Anina hasta la pantalla grande.
Capitulo: El Recreo
Pag 12:La culpa, como siempre, la tuvo el recreo.
El recreo en mi escuela es un ser gigantesco que se hace el dormido hasta que suena el timbre.El timbre que despierta al recreo es una especie de alarma de seguridad que hace hervir la sangre. se hace el dormido hasta que suena el timbre.
Hierve la sangre del recreo y nos hierve la sangre a nosotros, los niños, quienes soñamos con abandonar la cárcel de los bancos escolares. Al sonar el timbre, se despiertan nuestras ganas de salir desesperados del salón, para llegar corriendo al enorme patio que nos espera, con sus baldosas rotas, temblando de alegría.Imagínense: ayer a la hora del recreo yo estaba sentada tranquilamente bajo el árbol más grandote que tiene nuestro patio y entonces pasaron dos guarangas de quinto B, unas gurisas que durante los recreos siempre andan abrazadas como si fueran siamesas.
La primera vez que pasaron cerca de mí y cantaron a coro, como un dúo de taradas: «capicúa,
tres veces capicúa», me hice la sorda. La segunda vez, cuando me rozaron al pasar y volvieron a repetir su estúpida canción desentonada, las miré con mucho desprecio, guardé mi bronca y no les dije nada.
Ellas caminaban sacudiéndose cual dos hipopótamas blancas; las vi alejarse un poco y, luego de cuchichearse algo, regresaron presurosas hacia mí.
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Esta vez sí, tomé la iniciativa y no las dejé cantar. Me paré de pronto, las enfrenté, les di un empujón,me crucé de brazos y les pregunté desafiante:
-¿A quién le cantan esa estupidez?
Nunca imaginé que las siamesas estuvieran esperando mi reacción. Antes de que yo terminara
mi pregunta, ellas desataron la trenza de brazos que las mantenía unidas, se separaron un poco, para que yo viera que no eran siamesas, y me encerraron entre las tablas desplanchadas de sus túnicas.
Si de lejos parecían hipopótamas, de cerca, enfrentadas a mí, se convirtieron en dos enormes
elefantas… con trompa y todo, porque de pronto sentí una trompada en el medio del pecho que me hizo caer de espaldas sobre el damero, blanco y negro, de las baldosas rotas.
Blanco y negro también se volvió mi mundo interior, pues primero me invadió una luz brillate que me hizo arder las mejillas, y enseguida me cegó una oscuridad teñida de furia, la antipática furia que suele dominarme cuando me descuido.
Instintivamente salté hacia las dos siamesas y nos trenzamos bufando como tres bestias.
Mientras tironeaba con furia no tuve plena conciencia de mi delicada situación. Me pareció
que podría con las dos y hasta llegué a pensar que las estaba venciendo.
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Pero la verdad era que me estaban dando una salsa de novela Era como luchar contra un pulpo blanco: ni bien lograba zafar de un tentáculo que me sujetaba firmemente, surgía una mano que me llenaba de cachetazos la cara y la cabeza. Nos revolcábamos las tres, alentadas por los gritos desaforados proferidos por un montón de gurises que nos habían encerrado dentro de un cerco movedizo hecho de piernas, túnicas y moñas azules.Yo no distinguía a cuál de nosotras alentaban los morbosos que nos cercaban, pero su creciente gritería avivó a las dos maestras que cuidaban el recreo en ese sector del patio. Una de las cuidadoras era precisamente Cecilia, la maestra del quinto B, la docente de las dos endemoniadas que me estaban haciendo pelota. Cecilia llegó corriendo, abrió el corral de cerdos blancos que nos encerraba y tardó apenas un segundo en darse cuenta de que dos de las tres luchadoras eran alumnas de su clase.
Pensé que dada la desventaja física y numérica a la que me encontraba enfrentada, la maestra
optaría —como dice mi papá— por defender a la más débil (léase yo). Pero no: Cecilia no optó por mí; más bien se ensañó conmigo haciéndome la única responsable de la escandalosa trifulca.
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—pero ¿qué hacés, anina yatay salas?
—gritó muy alterada la maestra—. ¿otra vez haciendo de las tuyas?
Lo único que me favoreció fue que Cecilia aferró uno de mis brazos y de un tirón atenazado me
sacó de abajo de las dos elefantas, que de nuevo me estaban aplastando.
Su intervención produjo un movimiento desordenado que silenció al grupo que nos rodeaba.sacó de abajo de las dos elefantas, que de nuevo me estaban aplastando.
Yo aproveché ese instante de desconcierto para observar a las trompudas siamesas, quienes volvieron a transformarse en hipopótamas para luegoo, poco a poco, retornar a su aburrida forma de
alumnas zapallas de quinto B. Por mi parte, también yo abandoné mi papel de fiera endemoniada,
porque me invadió un frío repentino.
Al principio pensé que aquel fresquete provenía de la sombra del corpulento árbol al que
mi amiga Florencia y yo llamamos «árbol de los cuentos», pero pronto descubrí que el frío provenía de un lugar muy diferente. El aire helado nacía en los ojos celestes de la otra maestra vigilante, quien se acercaba pisando muy fuerte. Caminaba como hipnotizada, mirándome a los ojos con
penetrante fijeza: era la legendaria maestra Águeda, la siniestra, el terror de nuestra escuela. Sentí
que su mirada fría me taladraba el alma como lo había hecho en otra oportunidad, cuando yo
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cursaba primero, el mismo año en que descubrí la rareza de mi nombre, el mismo año en que me
enamoré de Yonathan.
Mientras recordaba la sorpresa que se había llevado Yonathan cuando mi amiga Florencia le preguntó si él sabía que yo lo amaba locamente, noté que mis pies ya no tocaban el suelo.Primero creí que comenzaba a volar por efecto del recuerdo de mi primer amor. Pero enseguida mis pies volvieron a la tierra cuando comprobé que era la maestra Águeda quien me llevaba colgando derrotada como una miserable bolsa de papas.
Mi destino futuro fue evidente, porque Águeda lo vociferó fuertísimo para que todos los niños
que estaban en el patio se enteraran:
—¡a la dirección, anina, te llevo derecho a la dirección!
Ni bien oí su anuncio dejé de patalear. Y si me quedé quietita no fue porque le tuviera miedo,!qué va!,me mantuve inmóvil por una razón mucho mas importante:
me comporté educadamente porque una jovencita buena,hermosa e inteligente como yo no va a andar haciendo papelones en la escuela, ¿no?
Pag 17:
Querida cuadernola:
¡Encontré la lista! La copiaré aquí sobre tus
renglones. Antes escribía todo lo mío en una libreta tipo diario personal que me había regalado
la tía Marta, la cuñada de papá; pero me duró muy poco porque la perdí un día que la llevé a la
escuela para mostrársela a Florencia.¡Qué horrible me sentí cuando aquella noche me di cuenta de que ya no estaba en mi mochila! ¡Pensar que alguien, en algún lugar, tiene esa libreta con mi diario personal! Quien lo tenga, ¿se habrá dado cuenta de que es un secuestrador de
mi intimidad? ¡Qué se va a dar cuenta! Debe de ser un chusma bárbaro.¿Qué hago con esta lista de nombres que la abuela le dio a mamá y que ahora ella me dio a mí? ¿Le diré a mamá lo que descubrí mirando un libro sobre plantas?
Opinion personal:
Me gusto el libro y más este capitulo,cuando se pelio con las elefantas,fue la parte mas graciosa del libro
Pelicula
Informacion:
Título Original: AninA
País: Uruguay - Colombia
Año: 2013
Género: Animación
Duración: 1h18min
Calificación: Todo público
Dirección: Alfredo Soderguit
Protagonistas: Federica Lacaño - Lucía Parrilla
Elenco: Guillermina Pardo - César Troncoso - María Mendive - Cristina Morán
País: Uruguay - Colombia
Año: 2013
Género: Animación
Duración: 1h18min
Calificación: Todo público
Dirección: Alfredo Soderguit
Protagonistas: Federica Lacaño - Lucía Parrilla
Elenco: Guillermina Pardo - César Troncoso - María Mendive - Cristina Morán
Anina Yatay Salas es una niña de diez años. Su nombre es un palíndromo que provoca las risas de algunos de sus compañeros de escuela, en particular de Yisel, a quién Anina ve como una “elefanta”. Tras una pelea con Yisel a la hora del recreo, Anina recibe como castigo un sobre negro cerrado que no puede abrir hasta una semana después. Tampoco puede mencionar a nadie la existencia del sobre. Para Anina, entender el contenido del sobre se transforma, sin que ella lo sepa, en entender el mundo y su lugar en él. Adaptación del libro de Sergio López Suárez a cargo de su ilustrador, Alfredo Soderguit.
A mi me gusto mucho la película mas que el libro y me hiso reír mucho cuando el padre de Anina se puso a cantar,esa fue la parte mas graciosa de la película.
Aquí el trailer:
Opinion personal:
A mi me gusto mucho la película mas que el libro y me hiso reír mucho cuando el padre de Anina se puso a cantar,esa fue la parte mas graciosa de la película.